8/1/09

Ricardo Vargas, titiritero “Hay que reivindicar al labor del titiritero”


Si le dicen Ricardo Vargas probablemente no le suene pero si le dicen Jimmy Títeres lo más probable es que su mente se llene de colores y sonrisas, y es que este joven de 34 años llegó a Valdivia para quedarse. De la mano de su padre, de quien aprendió el oficio de titiritero, ha realizado ya cinco Festivales Internacionales de Títeres, estudio Historia en la Universidad Austral y la mejor forma que encontró de practicar la pedagogía ha sido entregando diversión y alegría a grandes y chicos. En Acción conversó con este artista de los trapos y los calcetines quien nos habló de su labor artística, de su visión respecto de la cultura valdiviana y de su enfermedad que ha logrado plantearle la vida como una oportunidad que depende de cada uno, y como él mismo señala “a uno no lo matan, uno se mata sólo”.


Es sábado y la tarde está lluviosa, Jimmy se acerca y su alegría contrasta con el clima. No parece que en dos días más debe seguir su tratamiento de quimioterapia y es que para este joven oriundo de Lanco el oficio de entregar sonrisas ha pasado ha ser una forma de vida, desde que empezó a los cuatro años a disfrazarse de payaso y a trabajar junto a su padre animando navidades y cumpleaños. Se sienta en la silla más próxima y se muestra receptivo a todo lo que ocurre a su alrededor, su sonrisa es permanente y su mirada es amable.

¿Cuándo empezaste con el oficio de titiritero?
Mi padre me instruyó en esto. Nos fuimos desde Lanco a Santiago y yo recuerdo que la primera vez que me disfrace de payaso fue a los cuatro años. Me acuerdo que en Santiago éramos muy respetados por nuestro trabajo, pero cuando llegué a Valdivia a los seis años, fue difícil porque sentimos mucha discriminación por ser titiriteros. Eso fue determinante para definir mis opciones políticas y sociales. Después de todo eso yo empecé a tartamudear y por eso elegí la actividad teatral y artística porque eso ayuda montones en poder superar esto.
¿En que momento decidiste optar por esto como un oficio permanente?
A los 16 años intenté hacer algo, pero como a los 20 años cuando ya estaba en la universidad empecé con esto más fuerte. Me acuerdo que la primera obra que me resultó fue “El mono, el dragón y la gallina”, con esa obra el año 2000 me fue muy bien. Mis compañeros me ayudaron mucho, ellos me motivaron y en ese tiempo recibí apoyo en ánimo y en público no tanto en dinero. Después me aventuré en la calle, porque yo ya había ganando público en salas y colegios, pero la calle era lo que me iba a consolidar porque en la calle el que va caminando si quiere se queda sino se va, y de igual forma si quiere te aplaude o sino te pifia.
¿Cómo empezaste a consolidarte en el mundo de los títeres?
En el año 2000 ya lo único que quería era hacer títeres, y me acuerdo que me invitaron a un intercambio cultural Chile-México para conmemorar los 10 años del reinicio de relaciones bilaterales entre estos dos países, y ahí salí al extranjero por primera vez con mis títeres.


¿Cómo fue esa experiencia?
Allá las actividades se centraban en dar a conocer el restablecimiento de la democracia en Chile y me llamó la atención que habían colegios Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Colegios Chile y Colegios Salvador Allende. En esos vi cosas que jamás he visto en Chile, como por ejemplo que el uniforme de los niños tenía la imagen de Salvador Allende estampada. Fue una linda experiencia. Sobre todo porque conocí a Mihail Vasilev, un titiritero al que yo sólo conocía por libros, pero de estar con él en esa instancia y considerando que era un festival, decidí volver a Valdivia para hacer un festival internacional.
¿Cómo lograste hacer el primer festival internacional de títeres en Valdivia?
Bueno, primero el primero fue con un Fondart el año 2002. El año antes me diagnosticaron la enfermedad que tengo ahora, pero de todas formas pude hacer el festival donde trabajamos con 18 compañías de 5 países distintos. En ese tiempo Sergio Guzmán que es un titiritero muy famoso a nivel nacional estaba conmemorando 40 años de trayectoria entonces habían muchas compañías en Santiago y existía la posibilidad de traerlos a Valdivia y así se gestó el primer festival.
Me imagino que fue gratificante…
Si pero tuve muchos cuestionamientos de parte de mis amigos porque ellos consideraron que yo le estaba haciendo el show a la concertación o a la alcaldía, pero en realidad yo nunca dejé de lado mi labor social en las poblaciones y a veces el tiempo y los recursos son muy pocos. Me trataron de que me había vendido y todo eso, pero finalmente lo superé y fui por el segundo festival, y allí ya no tuve el mismo apoyo.
No se financió con Fondart…
No, ahí fueron recursos personales, y además ya estaba súper enfermo. Fue un festival difícil, pero recibí apoyo de particulares. Por ejemplo el Centro de Extensión de la Universidad Austral me ayudó, y además me acuerdo que Gloria Cifuentes llevó gente a alojar a su casa sin ningún compromiso y esos aportes fueron muy importantes. Ya en el tercer Festival recibí un FNDR y así se fueron realizando los otros dos. Y bueno el sexto festival no he podido realizarlo por razones de salud. Recién ahora estoy formando un equipo que funciona sin que yo esté presente.
¿Sigues sintiéndote discriminado por tu labor?
No, ya no, la verdad es que ahora me resbala y además siento que hay una inmensa solidaridad entre los titiriteros de Chile. Aunque la discriminación existe igual porque hay diferentes tipos de culturas. Está la cultura más de elite y la cultura más popular y que se mantiene vigente que puede ser la de las cumbias por ejemplo, y ese tipo de cultura no necesita aportes del estado para mantenerse, y como se mantiene sola tal vez eso mismo hace que sea mal mirada.
¿Cómo ves la cultura en Valdivia?
Bueno, aquí es necesario aunar criterios. Valdivia tiene un slogan de que es una ciudad cultural y artística pero de ahí a los hechos es bien poco lo que existe. Hay mucha labor independiente sin aportes gubernamentales, prácticamente tienes que estar consolidado para que te apoyen con algo. Hay una cantidad de proyectos mal ejecutados que se han aprobado igual porque falta una formación artística.

“El ser humano muere cuando se hecha a morir”

Para Jimmy no ha sido fácil puesto que cuando comenzó su consolidación artística comenzó también a convivir con un cáncer que la ha hecho replantearse muchos aspectos de su vida y de la labor del titiritero en la sociedad.

¿Qué piensas en los momentos que la enfermedad se hace más critica?
Esta enfermedad tiene un rollo emocional súper fuerte y pienso que tengo que dejar muchas cosas que me pesan desde el pasado para dejarlas atrás. Eso ha sido como lo más difícil, el perdonar y seguir hacia delante, esa es la mayor lección. Cuando la enfermedad se pone más complicada vas perdiendo, pero cuando logras el entendimiento eres tu el que gana espacio.
Y sigues proyectándote...
Claro, es natural seguir planeándose. Yo he conocido gente en el hospital que a pesar de que están años con a enfermedad y los escuchas decir “Cuando me mejore voy a ir a la playa o voy a arreglar mi casa”, y esas han sido mis grandes lecciones. El ser humano se muere cuando se hecha a morir, y a los seres humanos no los matan, se matan solos. Dentro de todo esto la responsabilidad de salir de todo esto es mía y aparte de eso yo valoro la cantidad de apoyo que he recibido por mi enfermedad.
¿Has sentido un apoyo fuerte?
Si, de todas formas. Antes yo era muy orgulloso y muchas veces uno se cree demasiado el cuento de la estrella, pero ahora hay días en que sin tener plata para la micro o para el colectivo me han mandado en taxi para la casa. Esas son cosas que me ha tocado entender porque tal vez antes hubiese preferido caminar, pero ahora ya no puedo.

¿Cuáles son las cosas que cambiarias si pudieses retroceder?
Bueno, la poca constancia. Porque las cosas que he logrado las he conseguido por la garra que le he puesto y que es una característica muy chilena, pero no por un trabajo metódico y sistemático. Eso es algo que también he ido aprendiendo.
Tu proyección va muy centrada en continuar para los demás...
Si, eso me ha traído muchas críticas, porque mis familiares están súper consolidados dentro de su cuento económico y su estabilidad, pero yo en cambio a mis 34 años no tengo casa, nunca he tenido auto y entonces la peor critica viene desde mi familia. Es que yo veo los títeres como una labor para la recreación, para el aprendizaje, para el crecimiento y para muchas otras cosas. Entre esas reivindicar la labor de mi papá y de otros titiriteros que han sido basureados porque yo he visto como alguien que vive del arte puede ser humillado, y lo que quiero es reivindicar esa labor.
Yo doy gracias a Dios y la gente y bueno, también pienso que avanzamos porque de un trapito y un calcetín ahora puedo conversar con este espacio y lo agradezco. Los recursos económicos no son lo importante, pero la sonrisa de los niños y de quienes te quieren es lo importante, el poder sentirse liberado después de una función. Eso es lo que me hace feliz.






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